Al trabajar con adolescentes entre 13 y 20 años, me percataba de distintas situaciones que me hician pensar lo complejo de la adolescencia. Por ello, fue uno de los motivos por los que decidí estudiar psicología. Tras la experiencia clínica, docente y voluntariado, he concluido algunas ideas que escríbo a continuación en relación a la adolescencia.
Algunas son tan propias de la etapa como: la búsqueda de una identidad, tratar de pertenecer a un grupo de amigos, la presión por los estereotipos sociales y estéticos, entre otros más. Pensar como estos influyen sobre un sano desarrollo psicosocial. Por otro lado, he observado situaciones que requieren de una atención prioritaria, jóvenes que están constantemente desinteresados de la vida, anécdotas que comparten y que generan preocupación por su estilo de vida o, incluso, de saber que han decidido no querer continuar con la misma.
¿Qué es la depresión?
Para empezar, habría que conocer cómo se define la depresión de acuerdo a lo que explica la OMS “el trastorno depresivo -o depresión- es un trastorno mental común. Implica un estado de ánimo deprimido o la pérdida del placer o el interés por actividades durante largos períodos de tiempo” (OMS, 2023). Sus principales características son:
- La tristeza, irritabilidad, sensación de vacío. En periodos largos, en todo el día, por días, por semanas, puesto que, son contarios a los estadios de ánimo dados por alguna situación externa (OMS, 2023).
- Posee sintomatología especifica como: dificultad para concentrarse, culpa excesiva o baja autoestima, falta de esperanzas, ideación suicida, problemas para conciliar el sueño, cambios alimenticios y perdida de peso, fatiga crónica o falta de energía (OMS, 2023).
¿Qué es la adolescencia?
Por ello, es importante saber lo que implica la adolescencia, “el término adolescencia proviene del latín adolescere, que significa crecer. En tal sentido, la adolescencia es la edad del cambio, ya que, crecer implica siempre cambiar. Las transformaciones inherentes a dicha metamorfosis se realizan en múltiples esferas” (Córdoba, 2019, p. 2). Es decir, profundizando lo explicado por Córdoba, la etapa adolescente, enfrenta distintos desafíos: dejar de ser un niño para transitar hacia la vida adulta, se encuentran los cambios fisiológicos, afrontar las expectativas sociales y familiares, y en medio de todo esto, la búsqueda de una identidad propia y de otros lugares identificatorios fuera de los padres.
En términos simples, hay una constante dolencia por los cambios, ya no se es un infante, pero tampoco un adulto “¿Qué lugar ocupo en la vida? ¿Qué pasa con esta vida?” esas preguntas, quizás, resumiría la adolescencia. Y es que, de adultos cuando nos “adolece algo”, en especial, aquellos cambios que dejan una huella (una separación de pareja, un cambio de empleo, la muerte de un ser querido), todo cambia de lugar, nuestra subjetividad se desorienta y nos hacemos preguntas semejantes.
Sin embargo, dentro de todos estos cambios y dolencias, hay una búsqueda constante de algo, no se sabe de qué específicamente, pero es un deseo que pone en marcha la vida para transformarse en algo nuevo, algo propio, que constituirá la futura vida adulta. De ahí, a la búsqueda de nuevas experiencias, nuevos amigos, hobbies, separarse del seno familiar, desinterés en actividades que antes se hacían, pero sí en otras nuevas, de la rebeldía a las figuras de autoridad, entre otras situaciones.
Caso contrario de la depresión, “es una tendencia al desfallecimiento, al abatimiento, a la inhibición, a la inmovilidad, a la postración, al cero, a la nada” (Córdoba, 2019, p.2). Se podría decir que, es la “pulsión” a la muerte, en la que el ser humano muere lentamente, deja de “querer vivir”, de movilizarse para alcanzar metas y deseos. En ese entendido, la adolescencia es todo lo contrario a la depresión. Aunque haya cambios fluctuantes de animo y carácter, no forzosamente significan depresión en el adolescente (siempre y cuando se analicen adecuadamente las circunstancias).
El adolescente de hoy en día
Pese a todos los cambios, producto de los avances tecnológicos y cambios sociales, en esencia, la etapa de la adolescencia sigue caracterizándose por lo mencionado anteriormente. Sin embargo, el uso indiscriminado de la tecnología, su poca regulación y lineamientos en centros educativos, la falta de una cultura digital en la educación familiar, ha propiciado ciertos efectos en los adolescentes:
- Adolescentes que desde muy pequeños estuvieron frente a un dispositivo móvil para calmar sus llantos o para entretenerlos para que “no diera lata”, mientras los padres de familia se ocupaban de otros “asuntos importantes”.
- Adolescentes que “viven pegados” a un dispositivo digital por más de 4 horas al día o de uso excesivo en las noches.
- Adolescentes condicionados a “tener la necesidad de revisar” su dispositivo móvil cuando les llega cualquier tipo de notificación de sus redes sociales.
- Adolescentes aburridos si no tienen Wifi y un móvil, desinteresados por cualquier actividad que no implique estar frente a una pantalla o irritables si se les quita el dispositivo.
En términos sencillos, la tecnología se ha estado usando como “anestesiador de la adolescencia”. Es decir, se goza de estar frente a una pantalla, para no adolecer de las circunstancias de la vida real, especialmente, si siempre se le dio un móvil para calmar sus “llantos” cuando se requería satisfacer una demanda. En algunos adolescentes, la pregunta por lo que se busca en la vida o por lograr un deseo, ni siquiera surge porque se esta totalmente inmerso en lograr una satisfacción inmediata a través de estos medios tecnológicos. Tal como menciona Belçaguy et al.:
La promesa en juego es que dichos objetos conducen al logro de la felicidad, posibilitando un goce pleno al obturar la falta. Tal supuesto implícito en el discurso capitalista, opera en detrimento del deseo, ya que éste queda reducido o degradado a la necesidad (instinto), que logra su satisfacción a través de un objeto apropiado, precisamente aquel que el mercado proporciona. (2015, p.20)
Entonces, ¿cuándo sí intervenir ante una posible depresión en el adolescente?
La respuesta se balancea en una fina línea, porque, por un lado, se encuentran los “síntomas” propios de la adolescencia: cambios de humor, irritabilidad ante las figuras de autoridad, desinterés, etc.; Y esta última perspectiva, la anestesia tecnológica de la adolescencia que reduce y borra la “satisfacción” por conseguir aquello que falta, de alcanzar el deseo, de querer el encuentro con el otro distinto.
En consecuencia, la sobreestimulación y satisfacción inmediata de gozar continuamente solo de esa vida virtual construida en redes sociales, de los logrados en videojuegos y otros más, de estar constantemente anestesiando la falta con estos dispositivos, trae consigo un choque ante lo real de la vida. Es decir, poder hacer frente ante las exigencias sociales, familiares, educativas, laborales, en las relaciones de amistad y de pareja, de todo. Puesto que no hay elementos simbólicos ni resilientes para hacer frente a la frustración de no obtener lo que se quería como objeto inmediato de satisfacción.
Por lo tanto, habría que tener una constante atención a las siguientes señales y mantener una comunicación abierta y comprensiva con el adolescente. Estando presente cuando:
- Hay un desinterés total para realizar cualquier tipo de actividad, en una ausencia de todo deseo o proyecto de vida.
- El único refugio seguro, ante cualquier dificulta de la vida, “es la tecnología y la vida digital”.
- Hay un constante miedo o dificultad para afrontar “actividades sencillas” de la vida cotidiana: en escuela, elaborar trabajos y asignaturas; trabajo y relacionarse con otros.
- Hay soledad constante, sin compañía de un otro o falta de esperanzas hacia la vida.
- La constante sensación de vacío en la que, las palabras no alcanzan a describir y se expresan a través del cuerpo, en ataques de pánico, ansiedad, estrés prolongado.
- Identificación a la nada o al vacío. Como si fuese un ente que solo existe.
- No existen otros estimulantes para lograr satisfacción como: los sociales, amistades, actividades extraescolares, hobbies, una pareja, actividades culturales, tocar un instrumento o practicar un deporte, etc.
- La constante insatisfacción de sus logros y no reconocimiento de sus cualidades.
Puede haber otras características más, sin embargo, cuando existan varias de las anteriores señales o la gravedad de algunas de estas, entonces sería conveniente asistir con un profesional de la salud mental. Además, es importante considerar lo siguiente: acompañarle con mayor dedicación, puesto que, ante lo real de esta vida y la satisfacción desmedida de una pulsión, se requieren de acompañamientos con presencia, comprensión y escucha. Una presencia, que no imponga sino con quien identificarse como lo puede ser un padre de familia, un adulto, un artista, un famoso o un profesional de la salud mental para que le ayude a elaborar sus propias herramientas para la vida.
Referencias bibliográficas
Belçaguy, M., Cimas, M., Cryan, G., y Loureiro, H. (2015). Adolescencia y tecnologías de la información y la comunicación. Universidad de Buenos Aires: Facultad de Psicología. https://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/055_adolescencia1/material/archivo/adol_y_tecno_de_la%20informacion.pdf
Córdoba, María (2019). Depresión en adolescentes: una mirada desde el enfoque psicoanalítico. Fundación Universitaria de área Andina. https://digitk.areandina.edu.co/server/api/core/bitstreams/7838d4e0-e97f-4d32-beda-be1a3f7cb900/content
OMS (31 de marzo de 2023). Depresión. Organización Mundial de la Salud. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression
